Con el inicio del mes de septiembre, también comienza el mes de la Biblia. Celebrado en este mes debido a que un día 26 de septiembre de 1569, se terminó de imprimir totalmente la Biblia en español.
Esta primera publicación fue denominada la Biblia del Oso por el emblema que aparecía en su portada: un oso de pie junto a un árbol, tratando de alcanzar una colmena para beber su miel, logotipo del impresor bávaro Mattias Apiarius.
Esta ilustración se utilizó dado que se quería evitar el uso de íconos religiosos, porque en aquella época estaba prohibida cualquier traducción a lenguas vulgares de las Sagradas Escrituras.
La traducción estuvo a cargo del monje jerónimo y humanista sevillano Casiodoro Reina, y la revisión fue llevada a cabo por su compañero Cipriano de Valera.
En el trabajo realizado por Reina es importante destacar su valor literario, principalmente por dos motivos: primero, por la calidad de su lengua, que la convierte en un monumento de la literatura iberoamericana; y segundo, por su extrema fidelidad al original, ya que recoge el tono primordial de las tradiciones hebreas.
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Por su parte, Valera dedicó 20 años de su vida a la revisión del trabajo de su coterráneo y compañero de claustro. Como resultado, la referida versión salió publicada en 1602 y fue llamada la Biblia del Cántaro, porque en la portada podía verse estampada la imagen de dos hombres: uno que está plantando un árbol, mientras el otro lo riega con agua que sale de un cántaro.
Esta primera publicación fue denominada la Biblia del Oso por el emblema que aparecía en su portada: un oso de pie junto a un árbol, tratando de alcanzar una colmena para beber su miel, logotipo del impresor bávaro Mattias Apiarius.
Esta ilustración se utilizó dado que se quería evitar el uso de íconos religiosos, porque en aquella época estaba prohibida cualquier traducción a lenguas vulgares de las Sagradas Escrituras.
La traducción estuvo a cargo del monje jerónimo y humanista sevillano Casiodoro Reina, y la revisión fue llevada a cabo por su compañero Cipriano de Valera.
En el trabajo realizado por Reina es importante destacar su valor literario, principalmente por dos motivos: primero, por la calidad de su lengua, que la convierte en un monumento de la literatura iberoamericana; y segundo, por su extrema fidelidad al original, ya que recoge el tono primordial de las tradiciones hebreas.
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Por su parte, Valera dedicó 20 años de su vida a la revisión del trabajo de su coterráneo y compañero de claustro. Como resultado, la referida versión salió publicada en 1602 y fue llamada la Biblia del Cántaro, porque en la portada podía verse estampada la imagen de dos hombres: uno que está plantando un árbol, mientras el otro lo riega con agua que sale de un cántaro.
Según algunos expertos, esta ilustración fue tomada en alusión al texto bíblico de la Primera Carta a los Corintios 3:6:«Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios».
Asimismo, se considera una referencia a que con la primera edición (Biblia del Oso), realizada por Reina, se había plantado la semilla de la Palabra de nuestro Señor y, nuevamente, en la revisión de Valera, se contribuía a regar lo sembrado, con el propósito de que creciera y fructificara.
La citada revisión es una de las más admiradas, tanto para eruditos protestantes como para aquellos que aunque no participan en esta interpretación de las Sagradas Escrituras, consideran la excelente calidad de la misma.
De acuerdo con el pie de imprenta, entre ambas ediciones –la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro– mediaron 33 años; sin embargo, desde el momento en que las personas entraron en contacto con ellas, sus vidas fueron transformadas.
(Fuente: Sociedades Bíblicas Chile)
Asimismo, se considera una referencia a que con la primera edición (Biblia del Oso), realizada por Reina, se había plantado la semilla de la Palabra de nuestro Señor y, nuevamente, en la revisión de Valera, se contribuía a regar lo sembrado, con el propósito de que creciera y fructificara.
La citada revisión es una de las más admiradas, tanto para eruditos protestantes como para aquellos que aunque no participan en esta interpretación de las Sagradas Escrituras, consideran la excelente calidad de la misma.
De acuerdo con el pie de imprenta, entre ambas ediciones –la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro– mediaron 33 años; sin embargo, desde el momento en que las personas entraron en contacto con ellas, sus vidas fueron transformadas.
(Fuente: Sociedades Bíblicas Chile)
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